Tenemos nuevo Gobierno en Andalucía.
Un Gobierno legítimo dentro de nuestra
democracia, igual que lo es el de Sánchez en el Estado.
Un Gobierno que dará fin a la perpetuidad del SOE, que
parecía no llegar a nuestra tierra.
Un Gobierno que acaba con 36 años de políticos corruptos y
viciosos en la Junta.
Un Gobierno que presidirá un partido sentenciado por corrupción,
una trama política organizada para enriquecerse a costa de los ciudadanos, individual y
colectivamente.
Un Gobierno que dirige su política a recortes en libertades,
a recortes en derechos, a trabajar para los que más tienen y hundir a los que
más necesitan.
Un Gobierno de rescates a bancos, multinacionales y empresarios
que por su ambición y usura han ganado un poco menos (algunos) y han desahuciado
sin miramiento al que no llega a fin de mes, al que ha perdido su
trabajo por las políticas de complicidad coleguera hacía los que más tienen.
Un Gobierno junto al partido cómplice de la corrupción en
Andalucía con el SOE y en el Estado junto al PP, ese que solo nos ofrece
enseñarnos a odiar y pescar.
Un Gobierno que en enero será posible con los votos del partido
de `la reconquista´, el partido racista, xenófobo y machista sin complejos y
que, al fin y al cabo, han estado blanqueando estos del PP, pese a su discurso.
Ese discurso racista, xenófobo y machista que han pregonado a los 4 vientos en
nuestra Andalucía.
Este es el panorama que hemos elegido los andaluces en contra de años
de políticas nefastas para el ciudadano. Un cambio más que necesario, pero impuesto
desde Madrid, donde Andalucía es ninguneada por sus diputados, elegidos aquí, a
las órdenes de los de allí.
Un Gobierno tripartito que para nada tiene entre sus
prioridades el futuro de Andalucía.
Los andaluces hablamos el 2D, y así lo quisimos.
No tenemos representación en el Parlamento de ninguna fuerza
política plenamente andaluza, también lo quisimos así.
A la exclusión de los debates electorales, de espacios en
los medios y la diferencia de presupuesto dirigido a la campaña electoral
entre los partidos, hay que unir la poca implicación de algunas agrupaciones
andalucistas locales, aquellas que solo han cambiado de siglas, pero no
de caras, discurso, ni esa ideología ambigua que llevó al entierro del Partido
Andalucista.
Todo esto hace que donde el andalucismo, siempre
municipalista, ha traído cuando ha gobernado las mejores políticas para su pueblo; económicas, de infraestructuras, de desarrollo y modernidad, que estas sean olvidadas o ignoradas por sus vecinos.
No se puede convencer, cuando no estamos convencido nosotros
mismos. No hacemos ningún favor a ningún partido, ni mucho menos a nuestra
tierra, cuando nos adherimos a ellos solo por mantenernos en el postureo del ego
personal. Cuando a pesar de los resultados, que en cada cita electoral nos
hace perder visibilidad y representación donde aún queda algo, seguimos con los vetos impuestos por estos ex-dirigentes de la antigua formación que imponen sus galones ya desfasados, para impedir posicionarnos claramente.
No se puede trasladar la percepción de una ideología que define una opción andaluza de izquierdas, republicana y federalista, cuando en el discurso público, estos dirigentes, como se puede comprobar en la
hemeroteca de los medios locales, no hablan de nacionalismo, de izquierda, ni de federalismos y se continua con la línea que, en nuestro pueblo por ejemplo, esos mismos dirigentes nos han llevado a los peores resultados
electorales de la historia del andalucismo en democracia.
Me niego a culpar al ciudadano de la composición del
Gobierno salido de las urnas.
Cuando una fuerza política nueva sigue la senda negativa que
ya marcaba la anterior, y donde no se ha visto ningún cambio y si las mismas caras, es que esas caras y sus discursos no convencen.
No podemos criticar la regeneración de otros partidos,
cuando no nos la aplicamos a nosotros mismos. Cuando nace un nuevo partido, no
necesita regenerarse, pero si en ese nuevo partido solo se ve la diferencia en
un logo, y si además no conseguimos ni eso en nuestros vecinos, si hay que
regenerarse, de lo contrario, haremos desaparecer el andalucismo de nuestros
pueblos además de no aportar nada positivo a los compañeros que desde otras agrupaciones, con mucho esfuerzo, si están haciendo su trabajo.
Si queremos tener voz propia en las instituciones, debemos
hacer desaparecer lo que llevó en septiembre del 2015 al ocaso de la única
fuerza andaluza que por su discurso y sus gestos sembró la duda sobre la utilidad de un
partido nacionalista en nuestra tierra, de lo contrario, estaremos abocados a
seguir confiando que desde Madrid, en algún momento, se acuerden de los
problemas de los andaluces.